Está de más decir que cualquier profeta de la izquierda es un malhablado sin remedio. Hablar con el fin de promover el asesinato, el robo, la estafa, el fraude y la persecución, es vulgar y merece ser públicamente vilipendiado. Eso como entrada. La mediocridad a flor de labios es de los requisitos que deben ser cumplidos —y vaya que lo hacen con creces— para llevar la sotana roja. Esta vez, el timing de la cúpula de malhablados (MUD-PSUV) ha sido más sincronizado de lo usual; ratifican una vez más su vendetta contra la Libertad de expresión. Llena ver que aborrecen las caretas lanudas de borrego y prefieren andar con sus caras agrietadas al aire libre; mostrando a la gente con orgullo que tienen los rasgos de sus padres, los Lenin, los Zedong, los Stalin, los Castro, u otros seudónimos que usan cada vez que se mudan, escapando de los horrores que causaron en el país anterior.
Los límites de la Libertad de expresión son ínfimos, claro está. Pero los ídolos de la izquierda no pertenecen a ellos: en realidad deben ser sus más ridiculizadas víctimas. Sus banderas, pisoteadas. Sus planes, desarticulados. Sus deseos, frustrados. Sus palabras, humilladas. Porque todo lo que dicen, proponen y desean va en contra de lo que dice y desea el otro. Con qué moral se atreven a recriminar nada cuando no existe un solo país donde no hayan criminalizado o perseguido la condición humana. El trabajo, el ahorro, el disentir. El respirar.
Los comunistas han dicho que no se puede hablar mal de Chávez. ¡Pero que ustedes han ahorrado el trabajo! —Tampoco les agradecemos que arruinen la fiesta— y sus bandadas de buitres vienen a comer de la carroña que sale de sus fauces para regodearse más tarde, hastiadas de la putrefacción que dejaron casi huesuda. Los socialistas han dicho, también, que no se puede hablar mal de las maniobras Heimlich que hacen a los primeros cuando se atoran con los trozos de despotismo que se tragan rápidamente. “Me has salvado la vida, camarada”, se dicen siempre, con miradas amigables.
No sólo hablan a nuestras espaldas con sus dientes torcidos, su mal aliento y sus taras mentales, buscando fusilar o mandar a fusilar la Libertad de otro; hablan de forma vulgar, como quien odia comunicarse pero ama que el distinto a él tampoco lo haga. Su diálogo, entre palabras mal dichas, malintencionadas, es velado por los ojos del tirano muerto (¿cómo perder la oportunidad de destruir lo que más aman, estafadores profesionales?)
¿Es que no han entendido? ¡Y mírenme a mí! ¡Ahora creyendo en la inteligencia de los malhablados! ¿¡Cómo pedirle pulcritud al que ha sido moldeado por el lodo!? Pero, para regarle sal a la herida: aquí no estamos hablando mal de uno solo, hablamos mal de todos ustedes y de las torcidas fábulas suyas. El socialismo habla mal de la vida, ¿cómo no hablaremos mal, nosotros, los amantes de la vida, de ustedes, ocultistas y odiadores?
No manden a cerrar la boca, eunucos. Antes de levantar insolentemente la mirada hacia nosotros, recuerden cuánta Libertad mutilaron —e imaginen cuánto pagarán por ello.
Foro libertad