Hay una versión de la historia que ubica el origen de la palabra “arepa” en el vocablo erepa, una voz de los indígenas cumanagotos que significa maíz. Y la arepa es una forma de comer maíz desde antes de que Cristóbal Colón pusiera un pie en Macuro, en particular maíz blanco.
Digamos, entonces, lo obvio: sin maíz no hay arepas.
En estos tiempos de escasez y racionamiento, los comunicados de la industria advirtiendo sobre los bajos inventarios de maíz son motivo de preocupación en un país donde la arepa es un componente clave y un símbolo importante en la dieta de los venezolanos.
Hubo un tiempo en que no había escasez de maíz blanco. Venezuela se autoabasteció de maíz blanco hasta el año 2006. Desde ese año hasta 2015, la producción de maíz cayó un 62%. El gobierno nacional ha tenido que importar maíz blanco para abastecer a la industria de harina precocida.
Las necesidades de maíz blanco de la industria venezolana, donde participan empresas privadas y empresas públicas, se estiman en 1.400.000 toneladas para este año. La cosecha nacional fue de apenas 600 mil toneladas, por lo que el gobierno deberá importar aproximadamente unas 800 mil toneladas y revenderle maíz a la industria, si quiere mantener los niveles de producción. En Venezuela, el gobierno nacional es el único autorizado a importar maíz y semillas. La producción de harina precocida depende ahora de que adquiera el maíz y lo venda. Eso sin mencionar la responsabilidad que tiene también como agroindustrial.
La producción de maíz blanco en Venezuela era una historia de éxito
Venezuela pertenece a una pequeña cantidad de países donde el maíz (principalmente el maíz blanco) es consumido por humanos. Es también el caso de México, Sudáfrica, Colombia, algunas zonas de Estados Unidos y los países de América Central. En el resto del mundo el maíz es consumido por la industria de alimentos para animales, principalmente el maíz amarillo por contener precursores de la vitamina A que son necesarios para el engorde.
La autosuficiencia de maíz blanco en Venezuela era una historia de éxito debido a que la producción internacional del maíz blanco es volátil. Depender de las importaciones traslada esa inestabilidad a la oferta disponible de harina precocida. Por ejemplo: las cosechas de maíz blanco de México y Suráfrica, los países con mayor capacidad exportadora, son inestables porque su producción es sensible a los cambios climáticos.
Pero existe otra razón para favorecer la producción nacional de maíz blanco sobre el amarillo en Venezuela. Y es una razón económica: el maíz amarillo es más barato que el maíz blanco en los mercados internacionales. A los precios de hoy, un kilogramo de maíz blanco puesto en un puerto venezolano es 18% más caro que un kilo de maíz amarillo.
¿Por qué ha caído la producciónde maíz blanco en Venezuela?
La disminución de la producción nacional de maíz blanco es consecuencia de las políticas económicas implementadas por el gobierno.
En Venezuela, un agricultor tiene que decidir si siembra maíz blanco o maíz amarillo en un país donde los precios del maíz están regulados. Si el maíz blanco y el maíz amarillo tienen el mismo precio, el agricultor no tendrá preferencia por uno de estos dos tipos de maíz. Así era en 2006, cuando ambos se vendían a 0,56 bolívares por kilo. Sin embargo, los precios que recibía el agricultor por sembrar maíz amarillo empezaron a subir.
Para la cosecha de 2015, el precio regulado del maíz amarillo era de 22 bolívares, mientras que el precio regulado del maíz blanco era de 15 bolívares. El gobierno entregó un subsidio de 7 bolívares por kilo a los productores de maíz blanco, así que, al menos en principio, los precios eran iguales. Pero nunca fue tan apropiada aquella frase popular que señala la diferencia entre la práctica y la teoría.
El maíz blanco es comprado por la industria de la harina precocida de maíz, cuyo producto principal tiene los precios regulados desde 2003 y son supervisados de forma estricta por el gobierno. Bajo estas condiciones, la industria de harina precocida sólo puede pagar el maíz blanco al precio que establece la regulación oficial. Mientras tanto, el maíz amarillo es comprado por la industria de alimentos para animales, que pone en el mercado productos que están regulados y productos que no lo están. La consecuencia de esta distorsión es que el maíz amarillo es pagado a precios muy superiores a los establecidos en la regulación. Por ejemplo: en la última cosecha, el maíz amarillo se pagó en 50 bolívares por kilo, lo que representa un 233% de sobreprecio en comparación con el maíz blanco.
En teoría, los precios del maíz blanco y del amarillo eran iguales, en la práctica, la diferencia a favor del amarillo es enorme. Bajo esta estructura de incentivos: ¿quién podría estar interesado en sembrar maíz blanco?
Incluso algunos productores que siembran maíz blanco lo venden como si fuera amarillo. Un productor agrícola me explicó que una manera de sembrar maíz blanco y venderlo a precio de amarillo es aprovecharse del proceso de polinización cruzada del maíz, consecuencia de su condición hermafrodita: siembran una hilera de maíz blanco al lado de una hilera de maíz amarillo. El resultado de esta estrategia es que la mazorca tendrá maíz amarillo y blanco. Las regulaciones vigentes establecen que cuando la mazorca tiene al menos un 3% de granos amarillos debe descartarse como suministro para la industria de la harina precocida.
El insoportable peso de los controles
Mientras existan los controles de precios, existirán estas distorsiones. Y la producción de maíz blanco seguirá en caída libre, como una consecuencia inevitable, y además aumentará la dependencia de las importaciones.
Los controles de precios, tarde o temprano, siempre generan escasez. Así ha sido a lo largo de la historia y no podía ser diferente en Venezuela. Y sí ya el control de precios era un problema en sí mismo, la permisividad del gobierno en relación a los precios a los que se paga el maíz amarillo ha terminado de profundizar la distorsión.
En este año se estima que el gobierno destinará 300 millones de dólares sólo a la importación de maíz blanco. Un gasto que ahora se hace ineludible, pero que es la consecuencia de un sinsentido económico en un país que es sometido por su gobierno a un shock de importaciones, de inflación y de escasez sin precedentes en su historia.
Urge una revisión integral de las políticas públicas que afectan a la agricultura y a la agroindustria, una revisión que pasa por deshacerse de un control de precios a los productores y a la agroindustria, que sólo ha servido para desestimular lo que más necesita Venezuela en este momento: producción de alimentos.
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